Si de policías con mala fortuna se trata, sin duda alguna el mayor de los premios se lo llevan los sufridos Hernandez y Fernández, o Dupond et Dupont, o Thomson and Thompson, o Uys en Buys, o Shulze und Shultze, o Dubeu pi Débeu, o Tsicerono kaj Citserono, o 杜本和杜朋 (Dùběn hé Dùpéng), o سامر و تامر (Sāmir wa Tāmir), o תומפסון ותומסון (Tompson ve Tomson), o Skapti og Skafti, o デュポンとデュボン(Dupon to Dubon), o Clodius et Claudius, o Biwer a Biver, o Jansen en Janssen, o Tajniak i Jawniak, o Kadlec a Tkadlec o ar Bras hag ar Braz (no deben existir otros personajes, en toda la hisotria de la literatura universal, que hayan recibido más variedad de nombres). Lo suyo era, como se aprecia en las tiras que siguen, el slapstick (o ridículo físico) y el absurdo (o ridículo psicológico):
En la opinión del pobre Mambrú, la creación de estos dos peronajes es una de las mayores genialidades guionísticas de Hergé. Desde que aparecen, en "Los cigarros del faraón", tienen un protagonismo creciente (con alguna laguna como "La estrella misteriosa", en que aparecen tan sólo en una viñeta: mientras caminan al puerto por detrás de Quick et Flupke), protagonismo que encuentra sus momentos culminantes, en mi opinión, en los binomios de "El secreto del Unicornio" y "El tesoro de Rakham el rojo", por una parte, y "Objetivo: la luna" y "Aterrizaje en la luna", por la otra. Desde esta última aventura su participación se verá considerablemente reducida, llegando a estar completamente ausentes en dos álbumes: "Tintin en el Tibet" y "Vuelo 714 para Sidney". Y aunque esas dos historias están muy bien logradas, no deja de extrañarse a esos dos policías patéticos, pero entrañables...
Y el gran Hergé fue homenajeado -en su creación policíaca- por otro grande de la BD franco-belga, aunque no ya de la escuela de Bruselas (como el propio Hergé), sino de la de Marcinelle: Maurice Tillieux. ¡Qué duda cabe de que en el torpe inspector Corrusco hay una clara referencia a los dos policías tintineanos! El gruso bigote, la calva cubierta por un negro sombrero, el bastón ornamental y, por sobre todo lo demás, su indiscutible capacidad para hacer el ridículo y meterse en líos, hacen de Corrusco un digno heredero de los "Dupondt", como se los conoce en francés (que sería algo así como decir los "Fhernandez").